lunes, 30 de mayo de 2011

LA ORIGINALIDAD DE LA VANGUARDIA Y OTROS MITOS MODERNOS. ROSALIND E. KRAUSS (trabajo personal)

La retícula de la pintura cubista de preguerra, nos anuncia la voluntad de silencio del arte moderno, su hostilidad con la narración y el discurso. Esta retícula ha logrado rebajar la barrera entre las artes de la visión y las del lenguaje.
En las producciones estéticas modernas, podemos comprobar que no hay nada que se haya autoafirmado y que haya sido tan impermeable a los cambios como la retícula. Ésta se resiste a cualquier tipo de desarrollo.
Reafirma la modernidad del arte moderno de dos maneras: espacial y temporal. La espacial es cuando el arte decide dar la espalda a la naturaleza, puesto que es allanada, geometrizada y ordenada. No es el resultado de la imitación, sino de la determinación estética. La retícula muestra las relaciones en el campo estético como si se produjeran en un mundo aparte, que es a la vez posterior y anterior a los objetos naturales. Declara el carácter autónomo y autorreferencial del espacio del arte.
En la dimensión temporal, la retícula es la forma ubicua en el arte de nuestro siglo, inexistente en el arte del siglo pasado. Desembarca en el presente, declarando la pertenencia al pasado de todo lo demás.
Podemos ver los orígenes de la retícula, en los siglos XV y XVI, donde artistas como Durero o Leonardo, usaban un entramado perspectivo como armadura para organizar la pintura. Sin embargo, no podemos considerar retícula a la perspectiva porque ésta no pretende representar un espacio o un grupo de figuras como la perspectiva, sino que si en alguno de los casos intentara proyectar algo, simplemente sería la proyección de la pintura en sí.
El fundamento de la retícula nos remite a un abierto y decido materialismo. Pero sin embargo, artistas como Mondrian o Malevich, cuando hablan de esta retícula, no lo hacen de ningún tipo de materia, sino del Ser, del Conocimiento, de lo Espiritual. La retícula es la escalera hacia lo Universal, y no interesa lo que pasa abajo.
En el arte moderno, el poder de la retícula proviene de su capacidad para sobreponerse a la vergüenza, enmascarándola y revelándola al mismo tiempo. La retícula no solo actúa como emblema, sino también como mito. Este poder mítico reside en que nos hace creer que nos movemos en el ámbito del materialismo, y al mismo tiempo nos permite dar rienda suelta a nuestra fe. De modo que la retícula se podría acusar de llevarnos las cosas más allá de los límites del sentido común, sin embargo, las retículas son entidades espaciales, estructuras visibles que rechazan cualquier tipo de lectura narrativa o secuencial.
Aunque la retícula no sea ciertamente un relato, es una estructura, que además, posibilita la existencia de una contradicción  entre los valores espirituales, manteniéndolos consciente o inconscientemente, como elementos reprimidos, en el seno del arte moderno.
En el siglo XIX, los estudios de óptica se dividieron en dos ramas. Una de ellas se basaba en el análisis de la luz y sus propiedades y funcionamiento, como sus caracteres refractivos al travesar las lentes, su capacidad para ser cuantificada o medida… La segunda rama de la óptica se centró en la psicología de los mecanismos perceptivos: interés por la luz y el color tal y como se ven.
Para los seres humanos, existe un abismo entre el color real y el color percibido. El color real puede ser medido, mientras que el percibido solo podemos experimentarlo. Un color determina y afecta a otro color vecino. Todos estos aspectos de los colores, se debía a la óptica fisiológica.
La óptica fisiológica, estaba ilustrada con retículas. Estas retículas eran una fuente importante de conocimiento, para aquellos artistas que desearan tener conocimientos científicos sobre la visión. Cuanto más se insistiera en profundizar en este campo, más “abstracto” sería su arte. Este hecho nos dio paso al simbolismo.
La retícula aparece en el arte simbolista bajo la forma de ventanas. Estas ventanas se experimentan como una entidad simultáneamente transparente y opaca. Si la consideramos transparente, la ventana nos permite el paso de la luz, a la vez que refleja como su fuese un espejo. Los listones de estas ventanas nos ayudan a ver esta ventana, e incluso enfocarla. La obra de arte podía aludir a formas del Ser.
En el siglo XX, nos aparecen retículas donde menos nos lo esperamos. La retícula se extiende hacia el infinito en todas las direcciones. Debido a esta retícula, la obra de arte se nos presenta como un mero fragmento. La retícula opera desde la obra de arte hacia fuera, forzándonos a reconocer un mundo situado más allá del marco.
La retícula tridimensional, se concibe como un modelo teórico del espacio arquitectónico en general, del que podemos materializar un pequeño fragmento. Y en la práctica centrípeta se interpreta todo lo contrario, puesto que se concibe como una entidad completa e interiormente organizada.
Las retículas “en el interior del marco” suelen tener un carácter mucho más materialista, mientras que las retículas “más allá del marco” suponen la desmaterialización de la superficie. A medida que va creciendo nuestro contacto con la retícula, vamos descubriendo  que uno de sus caracteres más modernos es su capacidad para servir como paradigma o modelo de lo antievolutivo, lo antinarrativo y lo antihistórico. 

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