miércoles, 22 de junio de 2011

EJERCICO CINCO

EJERCICIO CUATRO

“DISCURSOS INTERRUMPDOS” EN LA OBRA DE ARTE EN LA ÉPOCA DE SU REPRODUCTIBILIDAD TÉCNICA. WALTER BENJAMIN.

Una obra de arte siempre ha podido ser susceptible de reproducción. El hombre puede imitar la creación de otro hombre. De hecho, los estudiantes de arte han copiado las obras de los grandes maestros para su formación.
En la antigüedad, para los griegos las obras eran irrepetibles.
La xilografía hizo que por primera vez se reprodujese técnicamente el dibujo. Posteriormente se hizo lo mismo con la escultura. En la Edad Media se le añade a la xilografía, el grabado en cobre y el aguafuerte así como la litografía en el siglo XIX.
En la litografía, la técnica de reproducción alcanza un nivel muy alto. Esto dio lugar al arte gráfico y al aventaja de venderlos masivamente en el mercado, además, de la posibilidad de cambiarlos.
El dibujo se puso en el mismo lugar de la imprenta. Este acontecimiento es reemplazado posteriormente por la fotografía, ya que el ojo es más rápido captando imágenes que la mano.
Debido a las numerosas copias de las grandes obras de arte, solo podemos llegar a la originalidad a través de análisis físicos o químicos. El aquí y ahora del original, constituye el concepto de su autenticidad. Lo auténtico conserva su autoridad plena. La autenticidad de una cosa es la cifra de todo lo que desde el origen puede transmitirse en ella desde su maduración material hasta su testificación histórica.
En la reproducción técnica de una obra de arte, lo que se atrofia es el aura, su significado señala por encima del ámbito artístico. La técnica reproductiva, desvincula lo reproducido del ámbito de la tradición. Al multiplicar las reproducciones pone su presencia masiva en el lugar de una presencia irrepetible.
El aura de objetos naturales, la definiremos como la manifestación irrepetible de una lejanía. Quitarle la envoltura a cada objeto y deshacernos de su aura, es la asignatura de una percepción cuyo sentido para lo igual en el mundo ha crecido tanto que incluso por medio de la reproducción gana terreno a lo irrepetible.
La orientación de la realidad a las masas y de éstas a la realidad es un proceso de alcance ilimitado tanto para el pensamiento como para la contemplación.
La unidad de una obra de arte se identifica con su ensamblamiento en el contexto de la tradición. La índole original del ensamblamientom de la obra de arte en el contexto de la tradición encontró su expresión en el culto. Es muy importante, que el modo aurático de la existencia de la obra de arte nunca se despliegue de la función ritual. El valor único de la auténtica obra artística se funda en el ritual que tuvo su primer y original valor útil.
Con la aparición de la fotografía, el arte sintió la proximidad de una crisis y reaccionó con la teoría “el arte por el arte”.
En el mismo instante en que la norma de autenticidad fracasa en la producción artística, se transforma la función íntegra del arte. La recepción de las obras de arte, se da bajo diversos acentos, entre ellos hay dos que destacan por du polaridad. Uno reside en el valor cultural, y el otro en el valor exhibitivo  de la obra artística.
La reproducción artística comienza con hechuras al servicio del culto. Pretendemos que esas hechuras estén presentes y que no sean vistas. Con los diversos métodos de su reproducción técnica, ha crecido el grado de las posibilidades de exhibición de la obra de arte.
En la fotografía, el valor exhibitivo comienza a reprimir en toda línea el valor cultural. En la fotografía, el retrato ocupa un puesto central. El valor cultural de la imagen tiene su último refugio en el culto al recuerdo de los seres queridos, lejanos o desaparecidos. En la fotografía vibra el aura en la expresión fugaz de una cara humana. Esto es lo que constituye su belleza melancólica e incomparable. Con Atget comienzan las placas fotográficas a convertirse en pruebas en el proceso histórico. Exigen una recepción en un sentido determinado.
La época de reproductibilidad técnica de la fotografía, desligó del arte su fundamento cultural, y su autonomía se extinguió para siempre.
El desarrollo del cine, puso en manifiesto la complejidad de la fotografía, ya que este medio es mucho más elaborado. Séverin-Mars, nos dice que le cine es un medio incomparable de expresión.
Un actor de teatro, presenta él mismo en persona al público su ejecución artística, por el contrario, la del actor de cine es presentada por medio de todo un mecanismo. Éste actor, puesto que no es él mismo quien presenta a los espectadores su ejecución, se ve mermado en la posibilidad de acomodar al público durante la función. El espectador, se compenetra con el actor sólo en tanto que se compenetra con el aparato.
El actor de cine, tiene que actuar con toda su persona viva, pero renunciando a su aura. Ya que el aura está ligada a su aquí y ahora. Del aura no existe ninguna copia. Lo peculiar del rodaje en el estudio cinematográfico consiste en que los aparatos ocupan el lugar del público.
El artista de teatro, cuando actúa en escena se transpone en un papel. Lo cual se le niega frecuentemente al actor de cine. Su ejecución no es unitaria, sino que se compone de muchas ejecuciones.
El extrañamiento del actor frente al mecanismo cinematográfico es de la misma índole que siente el hombre cuando se refleja en un espejo. La diferencia, es que ahora esa imagen del espejo puede despegarse de él, y se ha hecho transportable.
A la atrofia del aura, el cine responde con una construcción artificial de la personalidad fuera de los estudios; el culto a las “estrellas”, fomentado por el capital cinematográfico.
La representación cinematográfica de la realidad es para el hombre actual incomparablemente más importante, puesto que garantiza, por razón de su intensa compenetración con el aparato, un aspecto de la realidad despojado de todo aparato que ese hombre está en derecho de exigir de la obra de arte.
Tanto el mundo óptico, como el acústico, el cine ha traído consigo una profundización similar de nuestra apercepción. Una de las funciones revolucionarias del cine consistirá en hacer que se reconozca que la utilización científica de la fotografía y su utilización artística son idénticas.
La naturaleza que habla a la cámara no es la misma que la que habla al ojo. Es sobre todo distinta porque en lugar de un espacio que trama el hombre con su consciencia presenta otro tramado inconscientemente.
Los dadaístas dieron menos importancia a la utilidad mercantil de sus obras de arte que a su inutilidad como objetos de inmersión contemplativa. Y en buena parte procuraron alcanzar esa inutilidad por medio de una degradación sistemática de un material. Al hacer de la obra de arte un centro de escándalo, las manifestaciones dadaístas garantizaban en realidad una distracción muy vehemente. Había sobre todo que dar satisfacción a una exigencia, provocar escándalo público.
La arquitectura viene desde siempre ofreciendo el prototipo de una obra de arte, cuya recepción sucede en la disipación y por parte de una colectividad. Las leyes de dicha recepción son sobremanera instructivas. Las edificaciones han acompañado a la humanidad desde el principio de su historia. Las edificaciones pueden ser recibidas de dos maneras: por el uso y por la contemplación.